Capítulo 2
Solo me baje cuando el bajó y camine hacia el maletero para sacar mis cosas.
—Toma. — sacó mis dos valijas de un tirón.
—Gracias. — las tome y caminamos hacia la casa, tomó las llaves y abrió la gran puerta.
Cerró y subió. Me quede sola en aquel living. ¡Perfecto! — pensé — ahora ya no tenía a mi papá y tampoco a una familia.
—Hola pequeña. — dijo una mujer saliendo de la cocina. —¿Cómo te llamas?
—Joanne. — respondí tensa, la mujer se veía bastante amable.
—Oh, ¿y aquel te ha traído aquí?
—Si con aquel se refiere a Rubén Doblas, esta en lo cierto. — la mujer me sonrió.
—Soy Rosalie. Ayudo con la casa. — le devolví la sonrisa que ella me había entregado anteriormente. —¿No te dio habitación? — preguntó sacándose el delantal que traía.
—No, solo subió y me dejó aquí.
—Oh, ya va a ver ese chico. — caminó hacia las escaleras y sumó pisoteando los escalones.
A los dos minutos bajó la mujer con Rubén atrás, ella caminó hacia la cocina haciéndome una risita y Rubén tomó mis valijas.
—Ven. — me ordenó y solo lo seguí.
Caminamos escaleras arriba y abrió una puerta blanca.
—Aquí te quedaras. — dejó mis valijas dentro.
— Bueno. — intente hacerle una sonrisa pero el cerró la puerta dejándome sola.
—Quiero que después bajes a almorzar conmigo. — volvió a darme una orden a través de la puerta de madera.
Me senté en la cama mientras miraba por la ventana. ¿Justo aquí debía caer? ¿Con este imbécil? Me recosté boca abajo y saque mi celular de mi bolsillo.
Mire mi fondo de pantalla durante largos minutos en los que lo único que supe hacer fue llorar por mi padre, quien aparecía en mi pantalla sonriendo junto a mí.
—Joanne. — llamó una voz en mi puerta.
—Mierda. — murmure secando las lágrimas en mi mejilla.
—¿Puedo pasar?. — golpeó la puerta.
—Si, adelante. — me senté en la cama.
—¡Oh! — exclamó. —todavía no haz desarmado tus valijas.
—Ah es que no tengo muchas ganas. — fingí una sonrisita.
—Bueno pequeña, vamos a almorzar.
—No tengo hambre. — tomé una de mis valijas y subiéndola a la cama. —aparte voy a ordenar todo esto en su lugar.
—Pero debes bajar. — estaba preocupada. —Rubén se enfadara si no bajas, créeme no quieres comenzar con el pie izquierdo ¿o si?
—No, pero él no es de hacer buenos amigos, o eso parece. — abrí la valija. —aparte no tengo hambre, no pueden obligarme a almorzar.
—Un poquito, por favor.
Me sonaba a que si yo no bajaba a almorzar Rubén regañaría a la mujer y ella estaba realmente asustada por eso.
—Esta bien. — finalmente accedí.
La mujer se fue cuando yo acepte, me levante y me dirige al baño, lave mi cara e intente hacer la mejor sonrisa que pude.
—Apúrate. — yo venía bajando las escaleras.
—Ya cálmate. — respondí de mala gana. Este tipo nació para ser malvado.
—No me contestes así. — me ordenó.
—Pues entonces háblame bien. — reproche sentándome a la mesa.
Me fulminó con la mirada y finalmente almorzamos. Todo era distinto a mi casa. Comimos en silencio, ni siquiera me preguntó la edad o que quería hacer por la tarde, la verdad, nada amigable este tipo.
—¿Y que se supone que eres tu? — me animé a decirle.
—No entiendo tu pregunta. — tomó gaseosa.
—Digo que tú me ganaste en una subasta. ¿Qué eres mío?
—Nada. — dijo fríamente. —solo vives en mi casa y bajo mis reglas.
—¿Eres mi padre? — volteó a verme.
—No.
Wow no se podía no mantener una conversación con este tipo. Me estaba cayendo mal, muy mal.
—¿Me puedo retirar? — pregunte cuando ya había acabado.
—Anda, vete arriba ya.
Solo me levante y me dirigí escaleras arriba, ya que no tenia sentido pedirle que me tratara de buena manera. Acomodé cada prenda en el vestidor y luego me dí una larga ducha. Al salir me puse un jean blanco y una blusa rosa clarito.
—¿Se puede? — preguntó Rosalie golpeando la puerta.
—Si, adelante. — accedí.
—Voy al mercado, ¿necesitas algo?
—No, gracias tengo todo.
—¿Cremas? Lo que sea puedo traerte si no te animas a pedirle a Rubén.
—No en serio gracias Ros.
—Ok, entonces me voy por un rato.
Se retiró de mi habitación. Tome el control del televisor y busque algo para ver. De todas maneras no había nada bueno para ver.
Baje las escaleras con la esperanza de encontrar una computadora en algún lado.
—¿Qué necesitas? — me sorprendió su gruesa voz detrás mío.
—Nada. — dije asustada.
—¿Entonces que haces aquí abajo?
—¿Debo permanecer toda mi vida metida en esa habitación? — respondí con una pregunta.
—No, pero si estabas aquí es porque necesitas algo, se que no saldrías de ahí si no fuera por eso.
—Ok, si. Quiero saber si tienes una computadora.
—Si.
—¿Me la prestas?
—No lo se. — hablaba en serio eso era lo mas escalofriante.
—Bueno, me voy a mi habitación.
—Ok si te la presto. — Wow raramente accedió a mi pedido. —Pero déjame decirte que solo por esta semana.
—Soy una adolescente necesito un Facebook, Twitter y hablar con mis amigas ¿No te parece?
—Yo nunca dije que no podrías hacer eso.
—Pero solo por una semana podré porque luego ya no me la prestaras.
—Joanne, te comprare una. No pelees por algo que todavía no se te ha dicho.
¿Me comprara una computadora? Después de todo entendía mis necesidades como adolescente.
—Gracias. — dije sonriendo y luego lo abrace.
—Bueno, pero ya salte de aquí. — aaggghh ¿no podía ser un poco mas amoroso? —Ven. — me saco de encima de el. —te daré la computadora.
Lo seguí hasta la que parecía ser su habitación. Era grande con una cama enorme en el centro, una habitación demasiado lujosa para ser para un chico como el.
—¿Puedo preguntarte algo? — tome la computadora que me extendía.
—Ya preguntaste. — sonrío.
Realmente tenía una sonrisa hermosa para no usarla, creo que cuando quiere puede ser muy tierno.
—Ok, es otra cosa.
—Dime.
—¿Cuántos años tienes?
—20 ¿tu?
—16 ¿Qué no vives con tus padres? — estaba asombrada.
—No, vamos ya vete. — me empujó fuera de la habitación.
Caminé hacia mi habitación y al llegar encendí la computadora. Me conecté en Twitter,Facebook y hable por chat con dos de mis amigas.
Me abrieron la puerta despacio.
—¿Estas aquí? — su voz me hacia estremecer.
—Si.
—¿Aún usas la compu?
—¿La quieres?
—Si, tengo que hacer un trabajo.
—Ok, ya te la doy.
Me desconecté de todas las redes sociales y luego se la entregue.
—Aquí tienes. Gracias.
—De nada. — dijo cortante saliendo por mi puerta.
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