Capítulo 1O
Una manzana más allá del taller de Álvaro, Joanne paró el coche a un lado de la calzada, incapaz de conducir de tanto como le temblaban las manos.
¿Por qué había dejado que se acercara tanto?, ¿por qué se había quedado a solas con él cuando sabía que bastaba que Álvaro la mirara para derretirse?
Apoyó la cabeza sobre el volante, respiró profundamente para sosegarse y decidió que tenía que controlar lo que sentía por ese hombre. Álvaro había regresado a Mullingar y aunque ella volviera a Londres en pocas semanas, tendría que verlo cada vez que les hiciera una visita a sus padres.
¿Por qué había dejado que se acercara tanto?, ¿por qué se había quedado a solas con él cuando sabía que bastaba que Álvaro la mirara para derretirse?
Apoyó la cabeza sobre el volante, respiró profundamente para sosegarse y decidió que tenía que controlar lo que sentía por ese hombre. Álvaro había regresado a Mullingar y aunque ella volviera a Londres en pocas semanas, tendría que verlo cada vez que les hiciera una visita a sus padres.
No podía salir corriendo siempre. Ya no era la niña tímida de la adolescencia, sino una mujer independiente y segura de sí misma, trató de convencerse.
No le tendría miedo. No huiría. Igual que había afrontado todos los demás problemas que había tenido, saldría airosa de aquella situación.
Álvaro no podía enterarse de ninguna manera que Tyler era hijo suyo y, mientras se acordara de eso, no tenía que preocuparse por nada.—¡Joanne, estás estupenda!, ¡no puedo creer que seas tú! —exclamó Elsie Wild al tiempo que abrazaba a Joanne, la cual acababa de entrar en el restaurante Tour Winds—. ¡Dios!, ¡no es posible que haya dicho eso! No quería decir, o sea, yo no...—Tranquila —dijo Joanne, sonriente, mientras miraba el avanzado estado de embarazo de Elsie—. Es verdad que estoy muy cambiada. Resulta increíble que puede hacer un poco de maquillaje y un peinado decente..
Elsie agarró a Joanne por un brazo y avanzó hacia una mesa reservada mientras Mozart sonaba en el hilo musical de fondo. Joanne sabía que el dueño del restaurante y del hotel era el mismísimo Jordi Wild, así como que iba a venderlos para dedicarse a fondo a su rancho.
Daba la impresión de que la vida también había cambiado para otras personas, pensó Joanne, sorprendida por la cálida invitación de Elsie
Ellas nunca habían sido amigas de pequeñas: una era muy tímida y la otra siempre había parecido inaccesible, la bella Princesa de Hielo, tal como la habían apodado los chicos. En cualquier caso, era obvio que esta Elsie era mucho más simpática y, por difícil que se antojara, estaba todavía más hermosa.—Me encanta cómo te sienta ese peinado —Alabó ésta, mientras tomaba asiento en una silla—. Estás radiante. Se nota que te sienta bien ser una periodista famosa en Londres.
En ese momento apareció un camarero, vestido de etiqueta, y colocó dos servilletas preciosas sobre la mesa.—¿Dispuesto a perder más dinero el jueves por la noche? —lo provocó Elsie.—La otra vez me dejé ganar para que te confiaras —repuso el camarero—. Ya verás cómo te zurro la semana que viene.
Luego, después de bromear un rato y de encargar una botella de champán, Joanne se dirigió a Elsie:—Deduzco que lo conoces —comentó, en alusión al camarero.—Henry es uno de los habituales en las partidas de póker de Jordi. Ya te imaginas: cerveza, puros, mucho fanfarronear y más insultar. Al principio no les gustó que me uniera a sus timbas, pero ya se han acostumbrado. Ahora ya no se fuma y casi no se dicen tacos salvo cuando pierdo yo. La semana pasada Jordi me amenazó con lavarme la boca con jabón —añadió sonriente.
Desde luego, aquélla no era la Elsie a la que Joanne recordaba.
Jamás me habría imaginado a Elsie Rascaldi jugando al póker.—Elsie Rascaldi nunca lo haría; pero Elsie Wild sí —matizó ésta con alegría mientras se tocaba el estómago con suavidad—. Casarme y tener hijos ha sido siempre mi mayor ilusión. Todavía no puedo creérmelo. Yo, Elsie Rascaldi, casada con uno de los tres Chicos Malos de Bradford.
Joanne no pudo evitar sentir un pellizco de envidia. Se alegraba de corazón por Jordi y Elsie, pero eso no aliviaba el dolor de su pecho, el deseo que siempre quedaría insatisfecho.—¿Qué tal tu hijo? —prosiguió Elsie—. Álvaro dice que tiene sonrisa de rompecorazones.
Pensar en Tyler alivió el peso que la oprimía. No cabía duda de que tenía sonrisa de rompecorazones;
La madre de Joanne le había relatado casi toda la historia acerca de Elsie y Jorsi. Cómo éste había regresado de repente a Mullingar y había sorprendido a toda la ciudad casándose con Elsie en el juzgado, así como la multitudinaria celebración del segundo matrimonio, semanas después.
Le había detallado el color de los ramos de flores y de los manteles, la expresión y los suspiros de la mayoría de las mujeres cuando Jordi había besado a la novia... Desde ese día, nadie había puesto en duda su amor. Un amor eterno y verdadero, de los que salen fortalecidos con las adversidades..
El sábado por la noche damos una fiesta para celebrar la reapertura del Rancho Wild —comentó Elsie entonces—. Me encantaría que vinieras.
Supuso que Álvaro estaría allí e hizo ademán de rehusar la invitación; ¿pero no había decidido hacer frente a sus sentimientos por ese hombre?, recapacitó acto seguido. ¿Cómo iba a seguir con su vida si seguía escondiéndose?—Encantada —aceptó por fin—. Yo también quiero hacer un brindis: por los viejos amigos y los nuevos comienzos —añadió.
Elsie chocó su copa contra la de Joanne y ambas bebieron sonrientes.
—Y ahora, señora Wild —prosiguió Joanne—, cuéntame más cosas de ese hombretón tan maravilloso con el que te has casado.
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