Capítulo 14
—Y te voy a llevar a casa —detuvo el coche, bajó y abrió la puerta de Joanne—. A mi casa.
Esta trató de resistirse, pero Álvaro la levantó en brazos y la hizo olvidar lo que iba a decir. La llevó hasta la puerta de su taller, introdujo la llave en la cerradura y empujó con la cadera..
—¡Álvaro Herreros, bájame de aquí ahora mismo! —exigió Joanne cuando por fin recuperó el habla.
—No —denegó él. Luego la llevó al despacho, encendió la luz y la sentó en una silla—. Quédate sentada y escucha, Joanne Smith Hamilton. Y presta atención, porque lo que voy a decirte no se lo he dicho nunca a ninguna mujer y no pienso repetirlo.
Joanne se acomodó en la silla, enojada e intrigada al mismo tiempo, y guardó silencio.
—Nunca he tenido la necesidad de dar explicaciones a nadie —arrancó Álvaro agitado—. Lo que hago, lo que haya hecho, sólo es asunto mío.—Niall...
—Me gustan las mujeres —prosiguió éste sin permitir que Joanne lo interrumpiera—.
No podía decirlo. Se negaba a convertir la noche más maravillosa de su vida en algo chabacano.
—Por favor, Joanne — Álvaro se arrodilló frente a ella y le agarró las manos con delicadeza—. ¿Intentas decirme que tuviste una aventura de una noche?, ¿es eso?
Joanne asintió y él la levantó de la silla, se sentó y la colocó sobre su regazo.
—No puedes castigarte tanto por algo así—Prosiguió Álvaro —. Son cosas que pasan.—No a mí, no a la pequeña Joanne Smith. Nunca había hecho algo parecido; ni lo he vuelto a hacer —dijo ella con la voz quebrada—. Pero eso no es todo; sucedió tan rápido... fue tan inesperado que....—¿Que qué?—Me quedé embarazada.
—¿Tyler? —preguntó Álvaro, estupefacto.
—Sí.
—¿Y el padre de Tyler? —quiso saber Álvaro, al tiempo que le daba un beso en la frente.—El no... —Joanne se quedó sin palabras.
—¡Cerdo asqueroso!
—No —se apresuró a decir ella—. Por favor, no me hagas más preguntas; sólo créeme: él no tuvo la culpa de nada.
A pesar de lo peligrosa que podía ser la conversación, Joanne estaba segura de que Álvaro no sospecharía nada. Imaginaba que al día siguiente se arrepentiría, pero, en esos momentos, sobre el regazo de Álvaro, el día siguiente no existía; no había pasado ni futuro... sólo presente.
Se sentía segura al amparo de sus brazos, los cuales la rodeaban con ternura y delicadeza. El calor de su cuerpo la estaba derritiendo y el aroma de su loción de afeitar le penetraba los pulmones y despertaba un instinto primitivo imposible de postergar.
—Querías la verdad —arrancó Joanne, después de girarse hacia él, al tiempo que le desabrochaba la camisa e introducía una mano bajo los pantalones de Álvaro —. Pues aquí la tienes. Quiero hacer el amor contigo. Quiero sentir tu boca sobre mis labios, tus manos sobre mi piel... y sobre todo, por encima de todo, quiero sentirte dentro de mí.
Por un interminable segundo, Álvaro juró haber oído mal, haberse imaginado que Joanne le había pedido hacer el amor con él. No acertaba a moverse ni a decir palabra, temeroso de que, de hacerlo, despertara de un maravilloso sueño.
—Bésame, Álvaro . Por favor —lo presionó ella, al tiempo que le acariciaba una mejilla.
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