Capítulo 23
—¡Joanne!, ¡sé que estás ahí!, ¡abre la puerta!.
Llevaba cinco minutos llamando al timbre y, dado que no estaba con Elsie, no podía sino estar en casa con sus padres. ¿Y dónde estaban éstos?, se preguntó mientras miraba por la ventana: definitivamente , no había nadie dentro..
Llevaba cinco minutos llamando al timbre y, dado que no estaba con Elsie, no podía sino estar en casa con sus padres. ¿Y dónde estaban éstos?, se preguntó mientras miraba por la ventana: definitivamente
—¿Señorita Philips? —la llamó al ver a la vecina—. ¿Ha visto a Joanne?.
—Yo no me meto donde no me llaman, señor Herreros —contestó la señorita Philips a la defensiva—. Soy una buena vecina...
—Estoy seguro, señorita Philips. Sólo quiero saber si ha visto hoy a Joanne.
—Pues, la verdad es que sí.
—¿Hace poco?.
—Hará una hora. Hizo las maletas y se marchó con el pequeño. Me destrozó el corazón verla llorar tanto mientras se despedía de sus padres...
—¿Sabe dónde están ellos? —preguntó Álvaro con ansiedad.—Eso es lo que me preocupa. El padre de Joanne estaba en el jardín cuando Janet lo llamó y le dijo que tenían que ir al hospital en seguida. Espero que no haya pasado nada.
¿El hospital?, ¿habían tenido un accidente?, pensó Álvaro horrorizado. Se dio media vuelta y, sin despedirse siquiera de la señorita Philips, montó en la moto y se dirigió a toda velocidad hacia el hospital más cercano.
Cuando, después de varios minutos agónicos, llegó a Urgencias, preguntó a la recepcionista por Joanne y por Tyler..
—Si han venido en ambulancia, todavía no me habrán pasado sus papeles. Pregunta ahí dentro —respondió la recepcionista, apuntando hacia el pasillo reservado para los pacientes que llegaban de urgencia.
Pero allí sólo había un doctor y una enfermera atendiendo a un adolescente que se había fracturado una pierna..
Un teléfono. Tenía que encontrar un teléfono y llamar al siguiente hospital más cercano. Cuando lo localizó, en la sala de espera principal, divisó al señor Smith, parapetado como siempre tras un periódico...
—¿Señor Smith?
—Ya era hora de que aparecieras —repuso Thomas con el ceño fruncido.
—Joanne, Tyler... ¿están bien?
—¿Cómo van a estar bien?
—Pero tampoco están muy mal, ¿verdad? —preguntó Álvaro, desesperado.
—Mi Joanne es una chica fuerte y saldrá adelante; pero Tyler es sólo un niño. Los niños no siempre se recuperan de estas cosas. en tal caso, siempre quedan secuelas —contestó Thomas—. ¿Le dijiste a mi hija que le quitarías a mi nieto?
—Estaba furioso, señor Thomas —respondió Álvaro, destrozado—. Pero no creo que sea el momento de discutirlo —añadió.—Pues a mí me parece un momento perfecto. Estas cosas llevan su tiempo. Al menos así fue hace veintinueve años.
—No le capto, señor Smith —dijo Álvaro , perturbado.
—Los bebés, Herreros. Los bebés llevan su tiempo.
—¿Cómo?
—¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó Thomas al ver que Álvaro se había quedado blanco—. No eres tú el que va a tener gemelos.
Bebes, gemelos...
¡Elsie!, comprendió por fin Álvaro . Gracias a Dios, no había habido ningún accidente. Joanne y Tyler sólo habían ido al hospital a acompañar a Elsie a dar a luz.
—¿Dónde están Joanne y Tyler? —quiso saber, inmensamente aliviado.—Tyler se ha ido con la abuela a tomar un refresco a la cafetería. Joanne iba a hacer compañía a Elsie hasta que llegara Jordi; pero éste ha llegado hace un rato, así que no sé dónde se habrá metido.
Álvaro echó a correr y entró al área reservada para los pacientes. No quería violar la intimidad de Jordi y Elsie, pero necesitaba encontrar a Joanne.
Entonces, después de doblar la esquina de un pasillo, la vio, triste y sola, mirando hacia el cristal de la guardería. Se le cayó el alma a los pies al verla tan frágil y abatida...
Por mucho que le hubiera ocultado la existencia de su hijo, no podía dejar de amarla, comprendió mientras se acercaba a ella.
—Joanne —la llamó cuando estuvo a su lado.
—Me iba a marchar —confesó ella, agotada, tras unos segundos en silencio—. Con Tyler. Había hecho las maletas y me acerqué un segundo a despedirme de Elsie. La encontré en su habitación, con dolores de parto. Había llamado a Jordi al móvil, pero no respondía. Lo avisé yo más tarde mientras la traía en coche al hospital —relató telegráficament
—¿Cómo está ahora?
—Está bien. Los niños se han adelantado un poco, pero el doctor dice que están sanos y no espera problemas.
Álvaro cerró los ojos y, al abrirlos, se maravilló contemplando a los dos bebés.
—¿Cómo era Tyler al nacer? —preguntó por fin.
—Rubio, siempre tenía los ojos abiertos, como si no quisiera perderse nada —respondió Joanne tras exhalar un suspiro.
—¿Tienes fotos?
—Muchas... Y vídeos —respondió con lágrimas en los ojos—. Te los mandaré todos.
—No me basta con eso.
— Álvaro, entiendo que me odies —dijo Joanne con la voz quebrada—. Pero te lo ruego, no me quites a mi hijo.
—También es hijo mío. Tyler necesita un padre... y una madre.
—¿De qué estás hablando?, ¿custodia compartida?
—Algo así... Quiero que te cases conmigo—le pidió de repente, tal como había decidido durante aquellos eternos y angustiosos minutos en los que había temido por la vida de Joanne y Tyler.—¿Qué?, ¿te casarías conmigo, a pesar de lo que sientes por mí?, ¿sólo por Tyler?
—Lo que siento por ti es lo único que me impulsa a casarme contigo, Joanne. Te quiero. Sigo enfadado por lo que has hecho, pero no puedo vivir sin ti... Y, si no me equivoco, tú también me quieres.
—¿De... de verdad quieres casarte conmigo? —balbuceó Joanne mientras Álvaro la abrazaba contra su pecho—. ¿De verdad me quieres?
—Puede que necesites ir al otorrino —bromeó Álvaro —; pero antes contéstame, Joanne ¿tú también me quieres?.
—Puede que tú necesites ir al oculista —retrucó Joanne—. Si no ves que te quiero, que te amo desde que me salvaste de Roger Gerckee cuando éramos pequeños, entonces es que estás ciego.
—¿Y aquella noche en Manchester? —Preguntó Álvaro con los ojos de par en par—. ¿También estabas enamorada de mí?
—Me aterraba estar cerca de ti, por miedo a hacer el ridículo. Sé que hice una tontería, pero fue porque te amaba y quería que tú fueras el primer hombre con el que me acostaba. Cuando me di cuenta de que me habías confundido con otra, no pude esperar y volver a mirarte a la cara... No serías mío, pero al dejarme embarazada de Tyler, al menos siempre conservaría algo de ti.
—No tienes perdón — Álvaro suspiró—. Pero yo te lo voy a conceder... Cásate conmigo, Joanne. Quédate en Bradford, con Tyler, por favor —le pidió mientras sacaba un anillo del bolsillo.
—Sí —susurró ella, llorando de alegría—.Sí... —repitió, con el anillo ya en el dedo, justo antes de que Álvaro buscara sus labios y ambos volcaran todo su amor en aquel beso insuperable.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario