martes, 3 de noviembre de 2015

Quédate Conmigo (Adaptada)



Capítulo 12


¿Roger? —Jordi divisó al antiguo compañero abusón de cuando iban al colegio—. ¡Vaya! Debe de haber venido con Jennifer Hart, la nueva gestora de Four Winds. Todavía no sabe que ese tipo es basura.¿No habías vendido ya el hotel? —preguntó Álvaro a continuación.Sigo escuchando ofertas, como decimos los empresarios. Pero sí me he deshecho del resto de mis empresas y acciones. En cuanto venda el hotel, me dedicaré sólo al rancho.Y a tu familia —intervino Elsie, al tiempo que le daba un beso en la mejilla—. La señora Peterson dice que le has prometido un baile. Te está buscando.Podríamos escaparnos, cariño —dijo Jordi al divisar a la vieja bibliotecaria—. Nadie nos echaría de menos.Nadie salvo la señora Peterson. Aquí está avisó Elsie.Por favor, Álvaro —dijo Jordi, mirando a su amigo con cara suplicante.Ni lo pienses. La amistad no llega tan lejos.Sobre todo en tú caso —retrucó Jordi, entre risas.


Luego se marchó y dejó a Álvaro junto a Elsie, la cual miró intrigada. Álvaro sabía que Jordi no se había referido a la amistad que había entre ambos, sino a la de él con Joanne... y al hecho de que no hubieran llegado nada lejos.

Elsie agarró a Álvaro por un brazo y éste, de camino a la mesa de la comida, por fin encontró al motivo de su frustración.

Estaba sentada sola, en una de las doce mesas que ocupaban el césped. Álvaro se llenó el plato a todo correr y, cuando ya se dirigía al encuentro de Joanne, Mary Anne Johnson y Stephanie Roberts lo interceptaron.
¿Dónde te habías escondido? —preguntó Stephanie con dulzura, después de que Elsie los dejara a solas—. Mary y yo te estábamos buscando —añadió tras dar un trago de vino blanco.¿Y por qué me iba a esconder de dos mujeres tan guapas? —Repuso Álvaro con cortesía, mientras veía a Brett Rivers, un ganadero de la ciudad, sentarse junto a Joanne—. ¿Por qué no vamos para allá? — añadió a continuación, apuntando hacia una mesa cercana a la de Joanne.

MaryAnne y Stephanie lo siguieron como dos perrillos falderos, pero, antes de llegar a sentarse, Kira Jensen ocupó la silla que quedaba libre junto a Joanne.

¡Maldita fuera! Seguro que los dos se pondrían a coquetear con ella... Daba igual. Eran tres mujeres y tres hombres, se dijo Álvaro. Sólo tenía que realizar los emparejamientos a su favor: MaryAnne con Kirk, Stephanie con Brett y, por supuesto, Joanne con él.

Así de sencillo..

Hola, Brett, Kirk, ¿qué tal os va? —los Saludó Álvaro tras tomar asiento junto al trío—. Mira, Joanne, me he encontrado con dos antiguas compañeras tuyas. ¿Por qué no nos juntamos para que vosotras charléis de los viejos tiempos y nosotros hablamos de cosas de hombres?Más tarde, Álvaro. Brett, Kirk y yo estábamos hablando de la influencia del ozono en el medio ambiente —contestó Joanne con una sonrisa hipócrita—. Estoy seguro de que MaryAnne y Stephanie te harán compañía encantadas.

De hecho, pensó Joanne irritada, a juzgar por cómo lo estaban mirando, aquellas mujeres estarían encantadas de hacer cualquier cosa con él.

Se obligó a no fijarse en ellos y trató de escuchar las explicaciones que Kirk le estaba dando acerca del efecto del ozono en los animales de la región; pero la risa aguda de MaryAnne no le dejaba concentrarse.

Había pasado una tarde relativamente tranquila hasta que Álvaro había aparecido con aquellos dos bomboncitos. Malo era saber que a Álvaro le gustaban ese tipo de mujeres; pero tener al trío delante de sus narices y oírlas reírse por cualquier tontería era demasiado.
Acercarnos al lago uno de estos días y te lo enseño —oyó que Kirk decía. ¡Dios!, ¿la había invitado a ir a algún sitio?¿Por qué no vamos todos? —propuso Stephanie, que también había oído la propuesta.Sí, claro... —aceptó Kirk con educación, a pesar de que su intención había sido pasar una velada íntima, a solas con Joanne—. ¿Por qué no?

Joanne no supo si sentirse aliviada o enojada; pero, cuando vio a Álvaro sonreír, se decidió por el enfado.
Qué buena idea!, ¿verdad, cariño? —dijo Stephanie, dirigiéndose a Álvaro.Disculpadme —se excusó Joanne, incapaz de aguantar más aquella situación—. Le prometí un baile al señor Winters.

Y, sin mirar ni una vez hacia atrás, avanzó hacia la pista de baile, se meció con la multitud y salió por el otro extremo de la casa. Un sendero iluminado por pequeñas luces conducía a un mirador con vistas al arroyo.

Al menos allí estaría tranquila, pensó mientras oía el croar de unas ranas. Respiró profundamente y trató de calmarse.

¿A quién trataba de engañar?, se preguntó. Por mucho que quisiera, no podía mantener las distancias con Álvaro. Una fuerza invisible y caliente los atraía cada vez que se miraban...

Y, entonces, de repente, el ruido de unas pisadas que se acercaban al mirador le detuvo el corazón. Se puso recta y luego se giró despacio, sintió una tremenda decepción.


Roger Gerckee, Joanne miró al matón de su infancia. Estaba apoyado contra una columna del mirador, con un whisky en una mano y un cigarro en la otra, tratando de darse un ridículo aire de bohemio.
Hola, Roger —lo saludó resignada. Luego avanzó hacia la salida, pero Gerckee le bloqueó el paso.Así que eres tú de verdad —dijo él con voz algo ebria—. Cuando le pregunté a George Moody quién era esa mujer tan guapa y me dijo que era Joanne Smith, no podía creérmelo.Pues ya ves —Joanne se mordió la lengua.Así que pensé que debía venir a echar un vistazo de cerca — prosiguió Roger—. Y aquí estamos, los dos juntos.¿No venías con una mujer? —preguntó Joanne, rezando porque la cita de Roger apareciese.Pero eso no significa que no pueda saludar a una vieja amiga, ¿verdad? Podríamos sentarnos un rato y... charlar —añadió mientras deslizaba la mirada hacia los pechos de Joanne.

Esta sintió ganas de darle una lección, por insolente. Dado que ella era cinturón negro, no le costaría nada dejar a Roger tumbado; pero luego recordó que, durante su formación como karateka, le habían enseñado a perdonar. Y, a fin de cuentas, por muy pesado que Roger fuese, también era inofensivo.
Tengo que irme —se limitó a decir Joanne—. Le prometí un baile a Ralph Winters.

Intentó sortearlo, pero Roger la agarró por un brazo.
Ralph puede esperar. Baila conmigo.
—No —se negó Joanne. Roger siguió sujetándola. Con un simple giro lo tiraría al suelo, pensó ella; aunque, en el último momento, decidió darle una última oportunidad—. Suéltame, ahora.
Ya has oído a la dama, Gerckee —irrumpió de pronto Álvaro, lanzando una mirada basilisca a Roger—. Suéltala. Ya.Hola, Álvaro —dijo Gerckee mientras liberaba a Joanne—. ¿Qué pasa? Sólo estábamos hablando.Tu chica te estaba buscando — Álvaro se acercó sin quitar la vista de Roger—. Creo que quería despedirse de ti. Se estaba poniendo el abrigo, aunque igual la alcances antes de que se vaya..Sí... será mejor que me apure —aceptó Roger—. Adiós, Álvaro. Ya nos veremos, Joanne.


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