martes, 1 de septiembre de 2015

Quédate Conmigo (Adaptada)




Capítulo O4

Álvaro se acercó a ella. Olía de maravilla...

—Podríamos quedar para cenar alguna vez. Contarnos qué hemos hecho en los últimos doce años.

—No creo, Álvaro —Joanne dio un paso atrás—. He venido a cuidar de mi padre unas pocas semanas. No voy a tener tiempo.
—Un café, entonces —propuso Álvaro, aproximándose de nuevo a ella—. Mañana por la noche.

Joanne palideció, se quedó quieta un segundo y luego lo agarró por un brazo y tiró de Álvaro hacia el salón:

—¿Por qué no saludas a mi padre?

El súbito cambio de conversación lo sorprendió pero, dado que al menos lo estaba tocando, decidió que estaba progresando.

¿Qué tal la pierna, señor Smith? —le preguntó Álvaro a la página de deportes.

El periódico descendió. Thomas Smith estaba igual que siempre, aunque tenía el pelo canoso y sus entradas eran más profundas.

¿Sigues montando en moto, Herreros?
—Sólo por placer, señor.
— ¿Tienes whisky?
No.
—¿Y un puro?
—Me temo que tampoco.
—La próxima vez ven con las dos cosas.
—Sí, señor.

El periódico ascendió y Álvaro comprendió que la conversación había concluido; no muy larga, pero productiva, pues había sido invitado nuevamente. Le lanzó una sonrisa a Joanne y ésta, al darse cuenta de que seguía sujetándole el brazo, retiró la mano.

—Perdón —se retiró ella—, tengo que... ver una cosa. ¿Por qué no te sientas? Vuelvo en un...
Mami, la peli ha terminado!

Dos bracitos agarraron a Joanne por la parte trasera de las rodillas, haciéndola perder el equilibrio y caer en los brazos de Álvaro. Este la recogió con suavidad, disfrutando del tacto de sus pechos contra el torso. Y cuando ella intentó separarse, para deleite de Álvaro, sólo consiguió que la fricción aumentara.

Joanne alzó la vista y miró con expresión, aterrorizada. Después, tras lograr liberarse, se giró hacia el torbellino moreno que la había tirado.

— ¡Tyler! —Lo reconvino Joanne—. Te he dicho mil veces que no hagas eso.
—Se me olvidó —el pequeño metió las manos en los bolsillos y miró al suelo afligido—. Lo siento, sólo quería abrazarte.

Álvaro se dio cuenta de que el chico le estaba echando teatro. Era bueno, pensó divertido. No sabía nada de niños, pero calculó que éste debía rondar los cinco años. Tenía el pelo negro, al igual que sus ojos y sus densas cejas. Y a juzgar por el tamaño de sus pies, sería un gigantón cuando cumpliera los dieciséis.

Así que la pequeña Joanne tenía un hijo...

—Los abrazos tienen que ser cariñosos, cariño —le dijo ella, poniéndose a la altura de Tyler—. Tienes que tener más cuidado.

El niño asintió, miró hacia arriba y se quedó mirando a Álvaro. Joanne, situada a la espalda de Tyler, le acarició los hombros y procedió a las presentaciones:

—Tyler, éste es Álvaro Herreros. Álvaro, mi hijo Tyler.

Álvaro extendió la mano y el chico la estrechó de inmediato. Bien agarrada, pensó Álvaro.

— ¿Cómo te va, Tyler?
— ¿Conduces camiones?

¿Es que todos los miembros de esa familia respondían a las preguntas con otra pregunta?

—Sí, pero prefiero las motos.
—Las motos son geniales —afirmó el pequeño—. Pero yo quiero conducir un camión cuando sea mayor.
Quizá podamos dar una vuelta un día, si a tu madre le parece bien.
—¿De verdad? —preguntó Tyler, emocionado—. ¿En moto o en camión?
—Como quieras.
—¿En serio?, ¿puedo, mamá?

Joanne había estado negando con la cabeza, pero se quedó quieta cuando Tyler la miró con aquella expresión tan esperanzada.

—Me temo que no, mi vida. Todavía eres pequeño para montar en moto.
—Tengo casi cinco años —protestó Tyler—. Tommy Fuscoe va en la moto de su papá todo el tiempo y es más pequeño que yo.
—Tú no eres Tommy Fuscoe —dijo Joanne con firmeza—. Pero ya veremos..

Era evidente que no estaba dispuesta a dejarlo, pero era probable que, entre los dos, la hicieran cambiar de opinión.

— ¿Te enseño mi bici? —le preguntó Tyler a Álvaro—. Mi abuelo me la ha comprado para cuando esté aquí, ¿verdad, abuelo?
—Necesita que le cambien las llantas —murmuró Thomas.
—Vamos, está en el garaje —dijo Tyler, corriendo ya hacia la puerta.
—Voy.

Joanne los siguió, con cuidado de no rozarse con Álvaro. Pero éste todavía sentía el calor de su cuerpo, y estaba ansioso por volver a sentirlo. Y próxima vez, se encargaría de que estuvieran a solas.

—Un niño muy rico —comentó Álvaro tras agarrarle una mano—. Debe de parecerse a su padre.

Joanne se encogió de hombros y miró hacia la dirección por la que había desaparecido Tyler, no sin que Álvaro apreciara antes la expresión dolorida de sus ojos. Al parecer, seguía enamorada de aquel tipo, se lamentó Álvaro.

— ¿Lo ves mucho?
— ¿A quién? —preguntó Joanne con el ceño fruncido.
—Al padre de Tyler, tu ex.
—Oh —denegó con la cabeza—. Vive en Vancouver.

Álvaro pensó en su propio padre, al que nunca había llegado a conocer; luego pensó en su padrastro, al que habría deseado no haber conocido jamás, y sintió una conexión especial con el hijo de Joanne.

Tiene que ser duro para Tyler.
—Sólo tenía un año cuando nos divorciamos. No se acuerda de él — contestó Joanne—. Niall, te agradezco que hayas venido; pero, en serio, preferiría.. 

Al oír un grito de Tyler, dejó la frase colgando y corrió hacia el garaje. Álvaro la siguió al instante y, al llegar, oyó los gemidos del pequeño, arrodillado frente a un coche blanco... que estaba sobre la rueda trasera de su bicicleta.

—Me la has roto —se quejó Tyler—. Me has roto la bici.
—Cariño, lo siento —se disculpó Joanne—. Yo... no me di cuenta.

Álvaro se subió al coche, colocó la palanca en punto muerto y empujó hacia atrás para liberar la bicicleta.

—Nunca podré montarla —sollozó Tyler mientras tocaba el manillar.
—Te compraré otra, cariño —le prometió Joanne. 
—No quiero otra bici. Esta era la mejor y me la regaló el abuelo.

Álvaro examinó la bicicleta y, sin pensarlo, dijo: —Yo te la arreglo.

Tyler dejó de llorar y tanto él como su madre lo miraron. ¿Por qué había dicho eso?, se preguntó Álvaro. El nunca había arreglado una bicicleta.

¿De verdad? —preguntó Tyler.
—Por supuesto —respondió Álvaro, a pesar de todo el trabajo que tenía—. Una bici es una moto sin motor, ¿verdad? No puede ser muy diferente. Si quieres, puedes venir a mi taller y ayudarme. La dejaremos como nueva. Mejor incluso.
— ¿Mejor? —a Tyler se le iluminó la cara—. ¿Y puedo ayudarte?, ¿de verdad? ¿Has oído, mami? Álvaro dice que puedo ayudarlo. Voy a decírselo a los abuelos.

Y, un segundo después, desapareció como un rayo.

—Qué embarazoso —comentó Joanne—. Pensarás que soy una tonta.
—Tómate un café conmigo mañana y te diré lo que pienso de ti — repuso Álvaro, dando un paso hacia ella.
—Lo siento, Álvaro —denegó Joanne con tono triste—. Estoy muy ocupada. No puedo, de verdad.
— ¿No puedes o no quieres? —insistió él.
—Lo siento —repuso Joanne con voz neutra—. No estoy interesada.
—¿Puedo preguntar por qué? —quiso saber Álvaro, algo herido en el orgullo.
—Como te he dicho, sólo he venido unas semanas para ayudar a mis padres. No he venido con ganas de...
—¿Sexo salvaje? —bromeó Álvaro, sonriente, al verla vacilar—. ¿Crees que es eso lo que busco?, ¿un café y luego sexo salvaje? Puede que sea rápido, cariño, pero no soy un hombre fácil —añadió, haciéndose el ofendido.
—No pretendía ser ruda —se disculpó Joanne, ruborizada—. Pero, insisto, sólo he venido por mis padres.

Para no estar interesada en él, pensó Álvaro, estaba terriblemente tensa y nerviosa; pero quizá fuera mejor darle un respiro... por el momento.

—Está bien —Álvaro esbozó la mejor de sus sonrisas y le ofreció la mano—. ¿Podemos ser amigos?
—Sí —respondió Joanne tras posar su palma con suavidad sobre la mano de Álvaro—. Seguro.

Luego retiró el brazo para que no se notara que estaba temblando. Era evidente que había química entre los dos, pensó Álvaro con satisfacción.

—Le explicaré a Tyler que estás muy ocupado en tu taller. Hay una tienda de bicicletas en la ciudad; puedo llevarla a que la reparen mañana.
—No me he ofrecido a arreglarle la bici a Tyler para acostarme contigo, Joanne —repuso Álvaro—. No sé qué pensarás de mí, pero todavía no he caído tan bajo.
—Perdón, no lo decía en ese sentido —se disculpó Joanne, azorada—. Sólo te estaba ofreciendo una salida...
—Cuando necesite una salida te lo haré saber —Álvaro se agachó a examinar la bicicleta—. Puedo arreglar la rueda, pero tendré que encargar un par de piezas. Acércate con Tyler por el taller mañana... Prometo no acosarte.


Joanne esbozó una sonrisa sincera; la primera sonrisa sincera que Álvaro había logrado arrancarle y, por un momento, la tensión que corría entre ambos desapareció. No cabía duda de que estaba aún más guapa cuando sonreía de esa manera... ni de que no iba a dejarla escapar sin más. Aunque, por el momento, se dejo tras exhalar un suspiro resignado, tendría que contentarse con el asado con patatas de su madre.


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