martes, 22 de septiembre de 2015

Quédate Conmigo (Adaptada)



Capítulo O6


Por suerte, pensó a continuación mientras iba en busca de su coche, Álvaro nunca se enteraría de con quién se había acostado, ya que él la había tomado por otra y el hombre del champán, por una encargada del hotel.

Aquella noche, después de llorar durante todo el viaje de vuelta, llegó a casa y escribió el artículo. El editor del periódico quedó lo suficientemente contento como para confiarle nuevos encargos y, poco a poco, sus colaboraciones se hicieron más frecuentes, hasta conseguir su propia columna. Dos meses después, mientras miraba los resultados de la prueba del embarazo que se había hecho y leía la sentencia sobre la demanda de paternidad de Álvaro, comprendió que no podía decirle que iba a ser padre... Sobre todo, cuando ni siquiera era consciente de que se había acostado con ella.


En cualquier caso, Álvaro Herreros, el hombre al que había amado desde los trece años, era el padre de su hijo. Se tocó el estómago, maravillada por aquel milagro, y supo que amaría a ese bebé con todo su corazón. Y fue tal su felicidad que reunió valor para decirles a sus padres que estaba embarazada y que no tenía intención de casarse con nadie, convencida de que podría liberarse del pasado y olvidarse de Álvaro.

Más tarde, cuando Tyler tenía seis meses, se casó con Richard, pero pronto comprendieron que su matrimonio había sido un error y se divorciaron un año después. Ella se quedó con un apartamento modesto pero acogedor y, cuando no estaba trabajando en el periódico, salía a pasear con Tyler por un jardín cercano.

Ya no era la pequeña Joanne Smith. La vida le había enseñado un par de lecciones, y hasta había aprendido a maquillarse y a arreglarse el pelo. Había sustituido las gafas por unas lentes y había comenzado a mejorar su estilo vistiéndose.

Era una mujer nueva, de la que se sentía muy satisfecha: una madre y una periodista prestigiosa. No necesitaba nada en la vida, ningún hombre, y menos aún a Álvaro Herreros.

*****

—A ver si entiendo —comentó Jordi Wild mientras le daba un sorbo a una lata de cerveza—. ¿Me estás diciendo que Álvaro Herreros, el soltero más codiciado del mundo, está teniendo problemas de faldas?
—¿He dicho yo que tuviera problemas? —repuso Álvaro desabrido—. No he dicho nada de problemas. ¿Has venido a ayudarme, o a beberte mi cerveza y meter las narices en mi vida privada?
—¡Qué susceptible! —Bromeó Jordi—. Así que te ha dado calabazas, ¿eh? ¿Y quién es esa mujer con tan buen juicio?
—Si no vas a ayudarme, lárgate —gruñó Álvaro—. Estoy ocupado —añadió, mientras reparaba una motocicleta.
—Quiero ayudarte —aseguró Jordi—. Sólo dime quién es, Álvaro. Te prometo que no me reiré de ti.
Joanne Smith —murmuró Álvaro a regañadientes, sabedor de que Jordi no lo dejaría en paz hasta descubrir el nombre.
—Cómo dices? —Jordi ladeó una oreja y se acercó para oír mejor—. ¿Anne Whit?
Joanne Smith —espetó Álvaro—. Joanne Smith.

De no haber estado tan enojado, Álvaro se habría echado a reír de la cara de sorpresa de Jordi.
¿Joanne Smith? —repitió éste—. ¿Te refieres a la Joanne Smith callada como un ratón, que nunca miraba a nadie a la cara, de gafas grandes y pelo castaño?
—La misma —aunque totalmente diferente, pensó Álvaro.
—Bueno, no me extraña que te haya dicho que no —rió Jordi—. Has intentado ligar con una mujer cuyo coeficiente de inteligencia supera la talla de sus pies.

Álvaro se puso firme y miró a Jorsi con gesto ominoso;

—¿No tienes un rancho donde marcharte y una mujer embarazada de la que cuidar?
—Hay un mozo ocupándose del rancho y Elsie está de mal humor esta mañana. Los gemelos están jugando un partido de 7 fútbol en su estómago, así que he pensado que necesitaba estar un rato a solas.
—Yo también necesito estar a solas. Lárgate de una vez, maldita sea —replicó Álvaro.
—Y, aparte de por su indudable sentido común —prosiguió Jordi sin inmutarse—, ¿por qué te ha rechazado Joanne?

Álvaro apretó los dientes. Se había pasado la noche entera tratando de responderse a esa misma pregunta. El tenía sentido del humor, su aspecto no era desagradable, decían que era un hombre encantador...

Claro que ella era periodista. Quizá a las periodistas les gustaran los hombres sensibles, reflexivos, que leen poesía, fuman en pipa y se sientan en la montaña para contemplar el universo.

O quizá, simplemente, no sintiera la menor atracción por él, admitió a su pesar. Pero no debía ser tan cerrada, pensó irritado. Si no le daba una oportunidad, ¿cómo iba a saber si su compañía podía resultarle agradable? Joanne debía arriesgarse un poco y aumentar sus horizontes, unos horizontes que terminaran incluyéndolo a él, por supuesto.

—Es más delicada que la mayoría de las mujeres —respondió Álvaro por fin—. Sólo me he precipitado un poco, eso es todo.
—¿Álvaro Herreros precipitándose? —se burló Jordi—. Imposible.
— ¡Fuera, Jordi! Márchate ahora mismo si no quieres que te dé con el tubo de escape en...
—Perdón...

Los dos hombres se giraron al oír la rugosa voz de Joanne, de pie en el umbral del taller de Álvaro, con las manos sobre los hombros de su hijo...


—Espero que no sea un mal momento pero es que estaba abierto....


Simplemente, no logró responderla. La luz del exterior iluminaba su cabello, haciéndolo brillar. Lo llevaba suelto y caía sobre su jersey rosa, color que hacía juego con sus labios.

— ¿Joanne?, ¿Joanne Smith? —preguntó Jordi, boquiabierto.
—Hola, Jordi —Joanne sonrió—. Me sorprende que te acuerdes de mí.



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